«We have opinions, we have not evolved, we have no respect, we have lost control, we’re going backwards…»
Para plantear una revolución, es necesario reconocer la carencia, el desdén, la desilusión, el hartazgo, el punto muerto que requiere un temblor.
Así lo concibieron, acaso intencionalmente, los siempre inconformes y ácidos integrantes de Depeche Mode cuando llegó el momento de diseñar el listado de composiciones de Spirit, su propuesta de estudio en 2017.
Al potente y altivo segundo corte de la placa, «Where’s The Revolution», lo precede un tema sólido y no menos contundente: «Going Backwards».
«Si queremos que las cosas cambien, si queremos una revolución, necesitamos hablar de ello y que realmente nos importe lo que sucede en este mundo. Las cosas en Londres no son así. Parece que vamos en otra dirección y pienso que Martin (Gore, letrista principal) sintió la necesidad de expresarse al respecto», le dijo Dave Gahan a la revista Rolling Stone un mes antes del lanzamiento de dicho álbum que en su portada exponía de modo abstracto grandes banderas revolucionarias y figuras de individuos aparentemente marchando.
Fue en un hotel de Manhattan, ciudad en la que se estableció años atrás, donde el inglés se refirió específicamente al Brexit, evento sucedido en 2016 que se «traspapeló» con los meses de inspiración y composición de Spirit. Sin embargo, en posteriores entrevistas Dave admitió que otros acontecimientos puntuales coincidieron curiosamente con las letras que terminaron acompañando los acordes y notas de «Going Backwards».
«Parecía que uno no podía escapar a este desfile de extraños que reclamaban su sitio para convertirse en el siguiente presidente de Estados Unidos. Eso en definitiva te trastoca, pero hay otros casos en el mundo: la demencia en Siria y el caso de los refugiados. Es como decir: ‘¡Vaya! es el mundo en que vivimos y todavía no sabemos cómo estrechar lazos’», profundizó el cantante ante el USA Today.
Y así se reflejó en la mencionada canción esa mentalidad digna de un cavernícola, ese vacío interior, esa pérdida de respeto al ser humano justo en la época más convulsa para el mundo en décadas. Tiempos perfectos de pesca para estos enemigos del establishment que ya se mostraban inconformes desde inicios de los años 80, cuando eran unos pollos envalentonados creando cortes como «Shouldn’t Have Done That» y «Everything Counts».
Ahora, con madurez en forma de arrugas y banderas extendidas a la par de una exitosísima trayectoria atrapada entre sinterizadores, cajas de ritmo y guitarras, les apeteció regresar al origen. A enfurecerse, a cabrearse por algo… para convertirlo en música.
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