A Martin Gore nadie le cuenta historias de resurrecciones milagrosas.
Especialmente al momento de poner en órbita el primer single de ULTRA en enero de 1997, el letrista de Depeche Mode se decía convencido de un destino predeterminado. El campeón de la fatalidad con cara de angelito al mando de una banda que, por aquellos tiempos, escapaba de un coma casi mortal.
«‘Barrel of a Gun’ es acerca de entender lo que eres y de afrontar el hecho de que no necesariamente embonas en el esquema de otros. Puedes desviarte un poco del camino, pero siempre hay algo escrito para nosotros. No estoy siendo del todo fatalista porque ciertamente podemos decidir algunas cosas, pero no de forma significativa», dijo el rubio.
Escuchando las sentencias de Gore al semanario NME se pensaría entonces que Dave Gahan rompió la norma. Su papel en el video de «Barrel of a Gun», encarnando a un ente oscuro y errante que recorre los callejones de Marruecos con ojos cerrados, da cuenta de ello. Un espectro vivo salido de una pesadilla terrorífica y químicamente real… apenas meses atrás.
Acaso por eso Keith Cameron, el periodista del citado semanario que entrevistó a Depeche Mode en aquel 1997, preguntó al vocalista si había visto la película Trainspotting, dirigida por Danny Boyle. «Dos veces, una en plena adicción y otra sobrio», respondió Gahan. «Se vuelve algo muy real eso de ver a ‘Renton’ (protagonista del filme a cargo de Ewan McGregor) desapareciendo bajo la alfombra y la madre superiora rescatándolo. Así es la vida del junkie, cuando la gente cercana muere, tú simplemente continúas, las emociones están en extremo jodidas. Tras verla la primera vez, salí a drogarme. Esta última vez la vi desde una perspectiva distinta.»
Dave era un bollo recién salido de un horno de adicciones y piquetazos que lo bajaron de peso con mayor rapidez que la dieta más severa y colocaron a los Mode al borde del precipicio. Así que la historieta de «Barrel of a Gun», tanto en la lírica de Gore como en las imágenes del video creado por Anton Corbijn, recreaba los últimos cuatro años de un rockstar que había gastado las semanas inhalando sexo e inyectándose muerte en compañía de Theresa Conroy, su segunda esposa.
Muy mono, el frontman emulaba a «Renton» en su nueva casa de Beverly Hills, con un anillo colgando del escroto y consumiendo cantidades cósmicas de un tipo de heroína llamado red rum, el cual, con tanta jugarreta intravenosa, le dejó el cuerpo decorado con un buen número de cicatrices.
Aquella árida y rockera canción era, pues, una versión alterna de Trainspotting con Gore de guionista y Gahan de estelar, aun cuando el primero siempre ha negado que sus letras retraten las andanzas del segundo. «Martin está en una etapa en la que se analiza a sí mismo; yo sólo espero que sea capaz de controlar sus propios problemas. No lo juzgo, pero creo que tiene un asunto con el alcohol. No me gustaría verlo perder todo como me sucedió a mí, así que tal vez está escribiendo estas piezas porque no puede dejar de mirar lo que me ha sucedido para luego verse en el espejo.»
Ríspida conclusión de Dave apenas días antes de que ese sencillo de presentación de ULTRA llegara al cuarto escalón del chart británico.
«Depeche Mode se reduce a las composiciones de Martin y a mi voz. Es música bien pensada donde yo aporto el latido», remató el flaco imán de masas que había tenido que «resetear» su propio corazón para devolver sangre fresca a las arterias de una agrupación en paro cardiaco.
«This twisted, tortured mess, this bed of sinfulness who’s longing for some rest and feeling numb…»
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