No parecía entrevista, sino agarrón de adolescentes. Richard Ashcroft defendiéndose de un periodista ponebombas y, a la vez, su propio compañero de banda, Simon Jones, subiéndole la flama.
Era 1995. Dave Simpson cuestionaba al cabecilla de The Verve sobre las letras de «History» y la naturaleza del álbum que por aquellos ayeres estrenaba el cuarteto: A Northern Soul. Como tal, le preguntaba si la obra era la versión musical de un hombre averiado que había tirado la toalla como tenorio.
«Tal vez, quizá en el comienzo del álbum eso sucedía», contestó a trompicones Ashcroft, la gran palmera de la isla The Verve. «No, en realidad es algo escrito meramente por alguien que se sentó a componer sobre la vida, alguien que ha atravesado por la típica etapa en la que uno se siente jodido. No quiero más mierda, si alguien me ve la cara, que se joda. Si una chica no me da nada, que se largue porque uno pierde tiempo valioso en relaciones que no son positivas.»
El desahogo -por no decir desfogue- de Ashcroft venía a cuento del final de una larga relación con Sarah Carpenter. Pese a que el flaco sostuvo que el truene se había producido mucho antes de grabar el disco, Simon Jones metido su cuchara y todo se volvió un cabaret.
«Pero, Richard, entramos a grabar justo cuando lidiabas con los recuerdos. Muchas letras tienen que ver con eso, permanecía en tu cabeza», tiró el bajista. «No le otorgaría a cierta persona el mérito o la relevancia de este disco», replicó el vocalista. «No, pero reflejaste la situación, no es que todo sea acerca de ello, pero mucho sí, Richard, quieras admitirlo o no», contragolpeó Jones. «No sé, por favor sigamos, Dave. No quiero que el asunto de una chica se relacione con esto. Es más importante decir que perdí a mi mejor amigo, eso también estuvo en la ecuación. Perdí a alguien que era mi amigo desde los cinco años», remató el cantante ya en modo Hiroshima.
Filoso y recalcitrante, el periodista ató cabos. La chica de Richard se había enredado con uno de sus grandes amigos, un tal Andy Burke.
«Muchas cosas sucedieron mientras escribí las letras. Cambiemos de tema», pidió en tono fulminante el cantautor, exhibiendo su estado flamable y las ruinas de seis años de noviazgo que acabaron con el cortón telefónico que deja a uno gritándole al auricular… en línea muerta.
«I’ve gotta tell you my tale… of how I loved and how I failed, I hope you understand, oh, these feelings should not be in a man…»
En 1998, durante el concierto multitudinario que ofreció The Verve en su natal Wigan frente a 33,000 feligreses, Ashcroft lució sonriente. Se le vio rehabilitado y en pie, con cada frase pespunteada de optimismo y sonrisas incluso instantes antes de entonar la amarga «History», a la que volvió a alejar de cualquier indicio derivado de la señorita Carpenter: «Es acerca del amor, acerca de gente enamorada. ¡Es acerca de ustedes haciendo de este día uno de los mejores de mi vida!»
La gente lo envolvió en aplausos, mientras en esa gran colmena enmudecía una abeja perdida en la masa, la misma que unas semanas después se defendería en público: «Muchos pensarán que soy una mujer mala, pero jamás me propuse ser la novia de un rockstar. Yo quería ser Sarah por derecho propio, no ‘la novia de Richard Ashcroft.’»
El otro lado de la historia.
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