Judía de ojos traslúcidos, originaria de Moscú, amante de la música y aventurera que terminó recalando en Nueva York para cosechar piropos gracias a su incalculable amor al piano.
Todo eso y un poco más es Regina Spektor, la talentosa artista que en 2009 incluyó en su álbum Far palpables acercamientos a conceptos religiosos que, a oídos de muchos, fueron tan ambiguos como interesantes.
«Tengo muchas preguntas al respecto. Siempre estoy pensando en la fe, en la espiritualidad, en la religión, en la tradición, y en cómo estas cosas se entrelazan o no. No sé cómo sentirme al respecto, hubo muchas canciones del disco relacionadas a ello quizá porque pienso mucho en el tema», admitió Spektor en una entrevista con la televisión británica que tenía como fondo musical el tema «Laughing With», primer sencillo de aquel material.
Y justo ese corte dejaba al desnudo el sentir de Regina en relación a la existencia de Dios y a la manera en que los seres humanos se aproximan o se alejan de él. Frases más, frases menos, la europea resoplaba en las letras que nadie se mofa del Creador en un hospital, en un frente de guerra, en la extrema miseria o en un asiento de avión que se empieza a mover bruscamente.
Si bien muchos tradujeron «Laughing With» como una vehemente alabanza a un ente todopoderoso, la moscovita de cántico un tanto cuanto infantil pareció tener motivaciones menos obvias al momento de parir la letra de la pieza. Ubicó a Dios como un tipo hilarante, gracioso.
«Cuando terminé el disco comprendí que tenía mucho material sobre la religión, lo cual me pareció increíble. No estaba planeado, pero es uno de esos conceptos que siempre me han fascinado. A veces tengo una actitud positiva hacia la religión, pero, ¿sabes?, también soy sarcástica al respecto. Así es Dios, así es la vida», le dijo en otro momento a la revista Spin.
Mucho trasfondo en el cancionero de la rusa, en el manoseo del tema celestial y en los contrarritmos de una canción que sembró algunas dudas, pero cosechó grandes elogios. Poco importó entender su ironía, más interesó aplaudir su encanto irreprimible.
Regina le pasa por encima a las obviedades.
«No one laughs at God on the day they realize that the last sight they’ll ever see is a pair of hateful eyes, no one’s laughing at God when they’re saying their goodbyes»
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