«One way or another, I’m gonna win ya, I’m gonna getcha one way or another, I’m gonna see ya, I’m gonna meetcha. One day, maybe next week, I’m gonna meetcha…»
Así canturrea Debbie Harry desde finales de los coloridos setentas «One Way or Another», uno de los trancazos más deliciosos y pegadizos que metió Blondie en el álbum Parallel Lines.
Con esa voz floral y energética, la rubia evocaba en las letras a un lunático empeñado en encontrar a ese «alguien» de la manera que fuera, tarde o temprano, costara lo que costara.
Curioso es que la inspiración detrás de la composición se daba en sentido opuesto, ya que de tal modo Harry recordaba a un viejo amor que, luego de la ruptura sentimental, la acechó tantas veces como le fue posible. «Es sobre un ex novio que empezó a acosarme. Había terminado con él y se convirtió en un stalker. Trabajaba en un sitio en el cual pasaba todo el día inhalando sustancias químicas y bebía durante la noche, así que se ponía muy loco y después iba tras de mí», reveló Debbie, según las páginas de Deborah Harry: Platinum Blonde, escrito por Cathay Che. «Era insaciable, ¡me vi obligada a mudarme fuera de Nueva Jersey! Supongo que es la primera canción que se escribió acerca de un stalker, aunque no se manejaba ese término en aquellos años. Llamábamos a esos tipos simplemente ‘plaga’».
La nativa de Miami no sólo se le escabulló al obsesivo ente, siguió además aquel sendero que le permitió convertirse en un colosal símbolo de rebeldía y audacia cuando la mayoría de las mujeres parecía destinada a un universo menos dinámico. No gratuitamente Madonna reconoció sin tapujos que la estrella de Blondie la había entusiasmado para cincelar su imagen como artista.
«A los dieciocho años entendí que no quería llegar a los cuarenta con un ataque de nervios por no haber hecho las cosas que deseaba. Viniendo de una generación donde se esperaba que las mujeres se casaran y tuvieran hijos, la idea de emprender era algo inaudito. Tal vez fue cabezonería, pero en realidad se trató de un mecanismo de supervivencia», dijo la cantante a la periodista Carrie Buckle.
Debbie, la otrora conejita de Playboy, la chiquilla encantadora e insolente de la nueva ola que nunca conoció a sus padres biológicos, la seductora lideresa de Blondie capaz de concebir las letras siniestras de un corte rompepistas e interpretarlo con vibra juguetona, como si por un lado encarnara al personaje de una película y por otro se mofara de este hombre que en cierto pasaje de la adolescencia saló sus noches con miedo y paranoia.
«La mejor parte de la canción se da cuando Debbie canta y gesticula de manera supuestamente feroz. En verdad se entregó en esta pieza y eso nos muestra mucho de su personalidad», opinó el productor del track, Mike Chapman.
Sin embargo, por ahí de 2013, ya con varias arrugas en el rostro, la rubia seguía declarándose inconforme al calificar su agresiva interpretación de esta oda a su ex que llegó al peldaño veinticuatro del Billboard Hot 100 y que años después fue ubicada entre las trescientas mejores canciones de la historia, según la revista Rolling Stone.
«No soné lo suficientemente amenazante…», lanzó Harry con la ironía de una sirena que, a punto de cumplir setenta, no se parecía nada a nuestras abuelitas.
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