Por necesidades exclusivamente marketeras los chicos de Collective Soul accedieron a grabar el videoclip de «The World I Know» en las calles y callejones de Nueva York.
Se acababa 1995 y la quinteta de Georgia hacía eco de su álbum homónimo a través de este segundo sencillo -habían lanzado «December» previamente- que se alejaba de la estridencia y las mordidas rockeras de otras composiciones en su hasta entonces corto cancionero. La voz de Ed Roland sonaba más limpia que nunca y maridaba exquisitamente con una guitarra acústica y un chelo capaces de convertir huesos muertos en flores rojas.
En los tiempos de jauja de MTV y en el edén de las discográficas el músico de garage tenía que hacerla de actor también… o al menos dar la pinta y lucir lindo a cuadro. Y para ilustrar una canción así, en la que se reflexiona a profundidad y se introduce el dedo en la llaga de una urbe «modelo», al cantante Ed Roland le vino bien dejarse la barba de filisteo, ya que ayudó a que se esfumara su aspecto de rebelde caradura.
¿Sus labores principales? Hacer playback y seguir de cerca a un hombre de negocios que al dirigirse al trabajo se cruza con unos pocos indigentes, al tiempo que echa ojo a las malas noticias en el New York Times. Todo bajo un filtro azul melancolía.
El desánimo del businessman crece y crece hasta que, en el clímax, no le queda otra que romper en llanto. Arroja su portafolios, sube a la azotea de un edificio y se quita calcetines y zapatos. Tras superar el último barandal, se para sobre la cornisa y extiende los brazos. Justo antes del salto, una paloma aterriza en su mano y con ello evita que un cadáver bloquee la acera en la que caminan miles de neoyorquinos ciegos, sordos y ensimismados. Entonces las imágenes del clip adquieren colores vivos. Deshielo, redención, renacimiento.
«Estaba en Nueva York, teníamos día libre, así que salí a dar un paseo. Hace veinticinco años esa ciudad era algo muy distinto. Hoy Times Square es como Disneyland o Disney World, bonito y ostentoso, pero en aquel entonces era sucio y polvoriento, los mendigos se cubrían con cajas de cartón y mucha gente vagaba sin rumbo. Así que era simplemente yo… atestiguando las contradicciones de la vida», explicó Roland en 2017 al diario mexicano Reforma. «La base de las letras de ‘The World I Know’ está en que no sabemos lo que es en realidad bueno y malo, pero sí me llamaba la atención ver cómo la gente caminaba y se seguía de largo pese a que otros necesitaban ayuda, y cómo éstos, que requerían esa ayuda, no se atrevían a pedirla. Era yo… absorbiendo a una gran ciudad probablemente por primera vez en mi vida.»
Imprescindibles del alternativo noventero, los Collective Soul no volvieron a pegar con como lo hicieron con este single que llegó al lugar diecinueve del Billboard Hot 100 y a la punta del Mainstream Rock Tracks, prolongando la extraordinaria seguidilla de himnos que en esos meses coparon la radio norteamericana como «Lightning Crashes» y «1979», de Live y The Smashing Pumpkins, respectivamente.
Pero la gema ha pervivido. Y el recuerdo del Nueva York de aquel tiempo, donde uno podía ser un esplendoroso ángel o un raquítico gusano, también.
«So I walk up on high and I step to the edge… to see my world below. And I laugh at myself, while the tears roll down…»
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