Una vez que las historias terminan, hay lugar para la polémica, las acusaciones, los rumores y la mitología entendida desde su concepción más vulgar.
Amarrados a esta idea, exponemos el caso de «Lost For Words», la penúltima perla de The Division Bell, el disco que lanzó Pink Floyd en 1994 y que enmarcó el desenlace a nivel estudio de la legendaria cuadrilla.
Al grano. Son muchos los «ufólogos de la música» que ven luces en el firmamento floydiano y hasta guerra en las entrañas de esta composición, a juzgar específicamente por la parte final de sus letras. Desde su perspectiva, David Gilmour se encargó de enviar el golpe final a su entonces enemigo, Roger Waters, quien había salido oficialmente del grupo en 1985 por varios desacuerdos, pero a quien aparentemente David planteó una reconcilicación en favor del famoso colectivo. Como es bien sabido, el creador del concepto The Wall jamás volvió oficialmente a Floyd.
«So I open my door to my enemies and I ask ‘Could we wipe the slate clean?’. But they tell me to please go fuck myself. You know, you just can’t win«.
Añadiendo a la polémica y al misterio, en algún momento de la melodía se escucha la voz de un anunciador de boxeo que declara a un ganador por la vía del nocaut, lo que ha alimentado la hipótesis de que Gilmour se autoproclamaba en los años 90 triunfador absoluto sobre Waters en el terreno del éxito/fracaso comercial de ambos, tomando como referencia la carrera solista de Roger.
Al tiempo, las muertes de ciertos integrantes de Pink Floyd se han adelantado a la tan añorada reunión de la cuadrilla. De hecho, si nos apegamos a la esencia de su historia, ya no hay más sentido en tratar de que el hecho se concrete. Dichas muertes han impedido el milagro.
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