Bryan y Jim, como San Lucas y San Mateo.
Las canciones, igual que las escrituras y los evangelios, mucho dependen de quienes expliquen la procedencia de las letras. Y ya luego, son del público, de la noblísima grey, para siempre e irremediablemente, sin posibilidad de refundar las notas y los versos.
Para constatar esto existen miles de creaciones inextinguibles y de las dimensiones de «Summer of ’69», clásico que Bryan Adams y su gran colega Jim Vallance parieron encerrados en un sótano durante el gélido enero de 1984, por el puro gusto, por sentirse plenos, por divertirse. Y ya.
Exquisita nostalgia por las épocas idas y las aventuras gozadas. Todo dentro de una licuadora de rock suculento con alcance generacional. Un pasado cantado y resucitado por una ronca voz, causante de silenciosas sonrisas y estruendosa melancolía. Así podría definirse el pico más elevado de la gran cordillera Reckless, álbum pivote de la carrera de Adams.
Y, claro, con ese título la canción no podía ser sino blanco de la más elemental interrogante: ¿su origen hace alusión al año en que el hombre puso pie en la Luna o a la vieja práctica del sexo oral sincronizado?
«Mucha gente cree que se trata del año, pero en realidad tiene que ver con hacer el amor durante el verano. Usamos el número 69 como referencia sexual», explicó sonriente el patricio del rock canadiense durante una entrevista para CBS.
Bryan, que en una distinta oportunidad afirmó que otros ingredientes del corte fueron el final de The Beatles como banda, la revolución cultural y ciertamente la llegada del hombre a la Luna, no fue tan afable en 2019, cuando los rumores alrededor del germen del tema ya le habían gastado mucha suela: «No es sobre un año, es una metáfora. Que quede claro: yo nunca dije 1969.»
Jamás agachón o coequipero de medio pelo, Vallance brinda un evangelio diferente al de Adams, sosteniendo que se inspiró en el inolvidable verano que lo vio cumplir 17 años -Bryan tenía apenas nueve en 1969- y revelando incluso que el título original del sencillo era «Best Days of My Life», con lo que se recalca el peso de la nostalgia. «Tal como lo recuerdo, cuando Bryan y yo estábamos escribiendo la canción, en ningún momento discutimos significados implícitos o inferencias. Reconozco que hay una frase juguetona hacia el final de la letra (‘Me and my baby in a 69′), pero era una idea improvisada de tres segundos, no es toda la canción, nunca lo fue», aseveró Jim en Rule Forty Two.
Sin subirse al ring por meros tres y medio minutos de rock, Adams empezó a propagar en sus recientes conciertos la génesis hormonal de «Summer of ’69» a través de una breve aclaración antes del primer guitarrazo del hit, maniobra suficiente para convencer a sus fieles y, de paso, evitar el retortijón tras tanto blablabla.
En cuanto a Vallance, no han sido ni serán pocos los que le den razón, porque a los 17 las vivencias de un chaval son ricas en iniciaciones, hazañas, novatadas y potenciales remembranzas, y mucho de esto fue magistralmente condensado en el extravitamínico single que asaltó los charts en 1984 y acabó incubándose en cuanta lista Best of de aquella década fue fabricada.
Claro, un 69 no es poca cosa. Igual inspira líneas y es una esplendorosa aventura en otra clase de ecosistema. Un pedido especial en el sexo similar a cuando un niño se posa por vez primera ante algo corregido y aumentado llamado «helado doble». Algo colosal, emocionante y, lo mejor de todo, ¡simultáneo!
«Standin’ on your mama’s porch, you told me that it’d last forever, oh, and when you held my hand, I knew that it was now or never, those were the best days of my life…»
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