«Conciudadanos estadounidenses. Ya no estaremos oprimidos por el fascismo de la cristiandad ni por el fascismo de la belleza. Los veo a todos sentados ahí, haciendo todo lo posible por no ser feos, haciendo lo posible por ganarse un sitio en el cielo, pero quiero preguntarles: ¿Desean estar en un lugar lleno de idiotas?»
Con estos 31 segundos de prédica desde el estrado de los premios MTV de 1997 el flaco Brian Hugh Warner -es su nombre sencillito en el acta de nacimiento, no es una criatura que brotó de una pira del infierno- dejó la mesa puesta para que la batería sonara y comenzara «The Beautiful People».
Era el sencillo revientabocinas del quinteto estadounidense que ya sumaba un año sonando duro en la radio. Un proyectil contra la discriminación que había logrado extasiar tanto a bellos querubines de billete como a entes sanguijueleados que pasaban las noches a un lado de los desagües. Algo tenía este sujeto de cabellera larga y ojos desiguales.
«Con la excesiva comercialización y la televisión, todo te es dictado y si no encajas en el status quo, te hacen sentir que no eres tan bueno como los demás», parloteaba Manson, cacique de las tinieblas que de habitual de la serie Headbangers Ball, ecosistema que la MTV creó en 1987 para alojar a los metaleros sin cartilla de vacunación, pasó a estrella fashion de la noche a la mañana.
Alejado de su hábitat, el de Canton, Ohio, se autonombró «El Reverendo» y se las ingenió para predicar a sus anchas en el mundo rosa, bramando esas letras que habían cuajado en su cabeza en 1994, dos años antes de editar Antichrist Superstar, el álbum que cambió su vida y la de sus terroríficos compinches.
«Es muy Nerón. Muy potente, bombástica, fascista, rockera. Es asquerosa y me fascina«, escribió el norteamericano sobre «The Beautiful People» en el diario que llevó consigo al Dead to the World Tour, agotador peregrinaje en el que utilizó corset y liguero, enseñó las nalgas una noche sí y la otra también, descamó biblias, ladró contra el establishment y se hirió a sí mismo sin mayores señales de dolor que un apretón de dientes. Repugnante tenía que ser.
A tono con esa obsesión por conmocionar a quienes los escucharan, se dice que el oficialmente «Miembro Honorario de la Iglesia de Satán» sazonó el comienzo del track con el sampleo de una frase distorsionada de Tex Watson, seguidor del mítico Charles Manson y protagonista de la muy conocida matanza de agosto de 1969 en el 10050 de Cielo Drive, donde la actriz Sharon Tate y varios amigos suyos fueron brutalmente acuchillados: «Nos abalanzaríamos sobre la ciudad y aniquilaríamos a todo aquel que no fuera hermoso…»
El otro dato que teóricamente conecta aquella trágica noche de verano en Hollywood con la génesis de la canción está en uno de los mensajes escritos con sangre con el que se toparon los policías y paramédicos que llegaron a la casa de la mujer de Roman Polanski: «¿Qué se siente ser parte de la gente bonita?»
La veneración al criminal, la referencia al asesino, la devoción a su «talento» tutelar. Todo ello expuesto 27 años después ante feos, buenos, guapos, malos, poderosos, indolentes y blandengues.
«And I don’t want you and I don’t need you, don’t bother to resist, or I’ll beat you, it’s not your fault that you’re always wrong, the weak ones are there to justify the strong…»
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