Es la vieja maraña de las canciones en cuyo título se incluye un nombre, ya sea de un personaje ficticio, verdadero o 50/50.
«Mr. Jones», como muchos otros clásicos con el distintivo («Fernando», «Adam’s Song», «Ballad of Hollis Brown», «Billie Jean», «Hey Jude», «Beth», «Careful with that Axe, Eugene», «Jeremy», «Floyd The Barber»), desencadenó un remolino de teorías y rumores alrededor del mentado Mister una vez que empezó a sonar fuerte en las emisoras y se convirtió en hit instantáneo de los Counting Crows en la segunda mitad de 1993.
Más antipático que otros rockstars de su camada, el cantante Adam Duritz no hizo demasiado caso al runrún y orientó la energía de la banda de Berkeley a la promoción aquí y allá de su debut August and Everything After. Cuentan sus cercanos que le molestaba sobremanera -iluso- que la prensa y los fans dedicaran horas al misterio alrededor del señor Jones. Y las elucubraciones y locuras, ciertamente, desembarcaban a diario en los litorales del grupo. Iban desde un viejo músico de blues que había enseñado a Duritz a tocar algunos instrumentos hasta el supuesto apodo del pene del frontman, pasando por un personaje salido de una canción de Bob Dylan.
«Alguna vez pactamos una entrevista con la revista Rolling Stone y para ello recorrí los pasillos de un museo parisino con el periodista David Wilde y de pronto se nos acercaron dos chicos a preguntar si ‘Mr. Jones’ trataba sobre mi pene. Tuve ganas de matarlos porque en ese mismo momento supe que el penoso episodio se convertiría en el primer párrafo del artículo de la revista, aun siendo una gran mentira», relató Adam.
Ya con fastidio hormigueándole en la espalda, Duritz decidió revelar a VH1 que el single publicado el 1 de diciembre de 1993 refiere llanamente a un amigo entrañable, Marty Jones, con quien fundó The Himalayans, agrupación anterior a los Crows. Para hablar del origen de aquel proyecto uno debe remontarse a una noche de farra en una taberna, donde ambos interrumpieron una tanda y miraron fijamente a un suertudote manoseando a tres chicas con la destreza con la que un pulpo armoniza sus tentáculos. Se trataba del baterista de Chris Isaak. Así. No era el gran Chris, sino ¡su baterista desconocido!… quien esa noche podía donar sonrisas y quedarse con varias más. «Nosotros no nos atrevíamos a acercarnos a las chicas y pensamos que, volviéndonos rockstars, todo sería más fácil», confesó Adam al Huffington Post.
The Himalayans jamás logró el reconocimiento de la industria musical, mucho menos el anhelado asedio femenino, pero con los Counting Crows y ese adictivo «Sha la la la la» que marca el banderazo de «Mr. Jones», el cantante se volvió un manjar, con todo y esa selva que tiene por cabello.
Al tiempo, el otrora tímido Adam sostuvo amoríos con Mary Louise, Courteney, Samantha y Jennifer, apellidadas Parker, Cox, Mathis y Aniston, respectivamente.
El plan maestro de Mr. Jones y Mr. Duritz dio resultado para el segundo de ellos.
«Mr. Jones and me tell each other fairy tales, and we stare at the beautiful women, she’s looking at you, oh, no, no, she’s looking at me…»
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