
El estado de las cosas en las semanas finales de 1989: Phil Collins tiene treinta y ocho años, su calvicie prematura e imparable no empata con su entusiasmo y con su risa dominguera, se engomina el poco cabello que se aferra a la vida en su cráneo, se dice feliz de haber usado los años 80 para actuar en festivales colosales y mostrar su valía como artista más allá de Genesis (y de los designios de Peter Gabriel) y ha iniciado un intenso recorrido por Europa porque acaba de editar …But Seriously, un álbum cocinado a fuego lento, sin presiones y que, consistente con su título, entrega piezas que escapan a la simplicidad. Hay mensaje, elocuencia y profundidad diseminados en el tracklist.
En la radio, su voz suena al menos dos veces en menos de una hora. «Another Day in Paradise» es tarareado por todos, está instalado en el número uno del Billboard Hot 100 y cerrará ahí la década. Nadie podrá bajar al single de la cima hasta mediados de un enero ya noventero.
«Me enfoqué en hablar de personas sin hogar que viven en condiciones infrahumanas», expone Collins con respecto al tema del paraíso, un término inexistente en un sinnúmero de aceras estadounidenses en las que se entumen miles de vagabundos. «Después de un viaje a Washington DC escribí la canción. Quedé impactado al ver la cantidad de gente que vive en las calles», confiesa el británico a The Mail On Sunday.
No le da muchas vueltas. Esas limosnas insertas en la lírica del sencillo se las han suplicado a él mismo, no necesita que alguien más le cuente de tragedias ajenas, cercanas, cotidianas.
Sin nombres ni apellidos, también sin querer, decenas de indigentes han «escrito» junto a Collins los versos de «Another Day in Paradise», el flamante cañonazo con el que la década de los 80 se diluye: «She calls out to the man on the street. ‘Sir, can you help me? It’s cold and I’ve nowhere to sleep‘».
El demo se titulaba «Homeless», pero Phil bien sabe que la ironía retumba más que la obviedad, así que decide modificar el titular. Sucede que lo comestible y facilón lo tienen harto. «El pop actual es horrible, demasiado repetitivo y enormemente aburrido. El problema está en la falta de ideas; cuando aparece algo nuevo, un sonido distinto o una forma de hacer ritmos originales, todo el mundo lo emula buscando éxito rápido y cómodo».
La miseria de los vagabundos que aborda en «Another Day in Paradise», el hit que en unos meses le hará triunfar en los Brit Awards y en el Grammy, le hace pensar a Collins que es realmente un tipo afortunado y que lo tormentosas que a menudo los artistas dicen que son sus giras mundiales y agendas de promoción son simplemente bobadas. «No hay más remedio. Forma parte del trabajo actual de un músico”, señala Phil, consciente de que la tarea es gloria pura si se compara con la búsqueda diaria de un pan y unas monedas, bajo el sol abrasador y sobre una banqueta por la cual cientos de zombis pasan y pasan, sin que uno solo se detenga.
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