Bien se afirmaba en 2008 que MGMT era un grupo menos conocido en Nueva York que en Londres.
Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser eran dos chicuelos que, antes de siquiera imaginar el éxito de un disco como Oracular Spectacular, tocaban en la universidad apoyados en notas pregrabadas sobre las cuales improvisaban guitarrazos e interpretaban con algunos gallos y hasta desafinados. Pero algo mágico tenían…
Sus expectativas no eran muy altas que digamos, eran unos carismáticos lagañosos con buena actitud y hasta una sensación de despreocupación propia del cuerpo encorvado, del vive el momento y que mañana venga lo que deba venir. Fue tan así que incluso tiraron la toalla antes del primer round, se distanciaron durante medio año y desviaron sus vidas hacia otras cosas. El destino a finales de 2006 habría pintado diferente si no hubiesen sido llamados, como por arte de magia, por la multinacional Columbia Records. Sí, así de irreal sonaba eso. Su misión, por ende, se reducía a grabar y a salir a girar.
«Hacemos música de los 70 del futuro», decían en de sus primeras entrevistas con el diario El País cuando se les pidió definir su estilo. Y abundaban presumiendo que eran una ensalada con una pizca de psicodelia, otro poco de rock clásico y algo de punk. Ya que la ensalada le gustara a todos era otro tema, pero la idea se había escupido claramente así como los brindis por los tiempos lindos que estaban por llegar.
Al final, todo agradó y mucho. Oracular Spectacular fue uno de los discos debut más importantes en 2008, con un digno abanderado como el sencillo «Time To Pretend» cuya letra intentaba plasmar (o mejor dicho imaginar) los excesos propios de una gran banda de rock. Ni ellos se lo creían, pero resultó hasta cierto grado premonitorio, aunque tanto Ben como Andrew aún alegan que jamás han llegado a los niveles expuestos en dicha composición.
En vías de sacar su tercer álbum en junio próximo, MGMT tiene a miles de fans (con bandita en la cabeza) expectantes. Ahora sí parece haber intención, dedicación y, especialmente, ilusión de superar lo hecho en el pasado reciente.
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