En algunas discusiones a través de la red se llegó a tratar el tema de «las mil formas de morir» y, quizá a razón de tan peculiar expresión, recordé a Jeff Porcaro, uno de los más grandes bateristas de todos los tiempos.
El fallecimiento del virtuoso de los anteojos fue tan repetino como lamentable. Sucedió hace poco menos de 21 años y no precisamente a consecuencia de su consumo de cocaína.
A razón del uso de un plaguicida en el jardín de su casa, el músico padeció el 5 de agosto de 1992 una reacción alérgica adversa que desató a su vez un fulminante ataque al corazón. Con millones de seguidores en el globo y apenas 38 años de edad, dejaba de existir un monstruo de la batería, casi siempre colgado de los listados de «batacos» de oro.
La autopsia echó por tierra los rumores de sobresodis de cocaína, ya que si bien se encontraron residuos de la misma en su cuerpo, se confirmó más bien una sensible dolencia que nunca antes le fue diagnosticada a Porcaro.
Cinco días después del hecho se celebraron los funerales de Jeff en el Forest Lawn Cemetery de Hollywood Hills, donde fue sepultado.
A manera de homenaje, su imagen está presente en ciertas partes de la Grant High School de Los Angeles, donde Porcaro estudió en los años 70, pero más allá de eso, se recuerda la enorme lista de baluartes que echaron mano de él y de su maestría: Paul McCartney, Dire Straits, Michael Jackson, Love and Money, Paul Simon, Don Henley, Madonna, Al Jarreau, George Benson, Peter Frampton, Bee Gees, Tom Scott, Joe Cocker, Stan Getz, Poco, Barbra Streisand, Diana Ross, Natalie Cole, David Gilmour, Roger Waters, Paul Anka, Eric Clapton, Miles Davis, Bruce Springsteen, Elton John…
Podríamos seguir, pero el mensaje está dado, así como lo absurdo del fallecimiento del genio.
Hay quien dice que habría sido más lógico que se golpeara con una baqueta durante un frenético solo, pero no, el virtuoso no falla en su virtud. Es más probable inhalar persticida en un jardín… en un miércoles cualquiera.
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