El 14 de julio de 1881 el pistolero William H. Bonney, mejor conocido como Billy The Kid, amaneció lagañoso en el caliente Fort Sumner, recostado entre la ventana sucia y la espalda desnuda de una mexicana. Sumaba algo así como 21 muertes en su haber.
Según los relatos, Billy olía a la muerte misma, esquivando cráneos de vaca en la tierra y resisitiéndose una y otra vez a morir en una celda maloliente. Se dice que vivía arrepentido por haberse batido en duelo con el borracho Joe Grant, cuyo revólver hizo un tibio click, mientras el de Billy retumbaba tres veces en todo Fort Sumner. El alcohol tiroteó al desdichado, el rival únicamente lo derribó. Nada justo. Tal victoria no enorgulleció al pistolero más famoso de la época.
En fin. En esa noche de 1881 el sheriff Pat Garrett, el hombre que practicaba matando búfalos, pilló finalmente a Billy The Kid derramando saliva entre los senos de la mexicana desnuda. Antes de que éste tomara su revólver, se escuchó un disparo y se dibujó un hueco rojo en el pecho del fugitivo. El cuerpo cayó y se dice que la agonía, blasfematoria al por mayor, duró dos minutos. Los relatos añaden que el cadáver fue lavado y exhibido en el vidrio de un almacén. Que al cuarto día lo maquillaron y que a la semana… fue sepultado.
Por último, se afirma que Dios cerró de golpe el libro de salvación al toparse con Billy, pero, seamos sinceros, esto no puede comprobarse porque nadie, nadie, nadie… lo ha visto (nos referimos a Billy).
A esta fascinante leyenda se refirió Jon Bon Jovi en su disco solista de 1990, Blaze Of Glory, cuyos puntos máximos son varios. Uno de ellos es la letra de «Blood Money», en la que Billy, cuya cabeza estaba valuada en 500 dólares, entabla un diálogo desesperado con su amigo y verdugo Pat Garrett, aparentemente antes de que éste lo mate.
Vida sangrienta, dinero sangriento.
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