En un texto publicado en The New York Times el 28 de octubre de 2007 Stephanie Zacharek planteó una pregunta interesante: ¿canciones fundamentales en la historia como «Layla» y «Something» habrían sido escritas por George Harrison y Eric Clapton, respectivamente, si Pattie Boyd no hubiese existido?
Bueno, en realidad, Pattie existía mucho antes que eso y, en todo caso, como sucede a menudo con las ironías de la vida, su trastoque en este universo de caprichos y obsesiones comenzó cuando apareció, con todo y su coquetería, en un comercial de papas fritas que la llevó a recibir una llamada para el casting de A Hard Day’s Night. Y ahí, auténticamente, comenzó la historia de la musa de dos hombres.
Harrison contrajo nupcias con ella y el halo de la beatlemanía aumentó el impacto de la pareja, mientras Clapton, ese virtuoso satélite del cuarteto de Liverpool, sacudía hormonas por ella y navegaba en aguas cercanas. Sorprendidos durante una fiesta por George, el creador de «Layla» no tuvo reparo en afrontar todo de modo claro: «Amigo, debo confesarte que estoy enamorado de tu mujer».
La declaración de guerra fue descarada y provocó la furia del beatle, pero Harrison siguió el romance con su esposa y Clapton padeció años de espera a la sombra de aquel matrimonio, cumpliendo la amenaza que le había hecho a Boyd si no acababa con el lazo: hundirse en la heroína.
En 1974, justo en los tiempos en que en los grafitis del metro de Londres abundaba la leyenda Clapton is God, Eric logró su cometido, como si «Layla» hubiese superado en los charts a «Something», como si el duelo a muerte hubiese escupido una suerte distinta. Pattie dejó a George luego de diversos sucesos, entre los que destacó el affair de él con la esposa de Ringo y un viaje a India que sembró en Harrison un compotamiento inusual.
Boyd voló a América para acompañar a Clapton en su gira y de ahí siguió una carretilla de sucesos preferentemente fiesteros que no derivaron precisamente en una mejoría matrimonial con respecto a lo que había con George. Clapton le tendió una propuesta extrema y pasional y cambió la heroína por alcohol, pero los cuadros depresivos no desaparecieron, además de que, como indica la musa en su libro Wonderful Tonight, se volvió una costumbre despertar y tener como primera imagen del día un paquete de cigarros, una limonada y una botella de brandy a un costado de la cama. El profundo amor por George fue sustituido por una desenfrenada pasión hacia Eric. Así lo recuerda Pattie en sus memorias.
Eventualmente Clapton y Boyd se divorciaron, pero aún en la época de los ayeres felices, el genio de la guitarra creó «Wonderful Tonight», una pieza de arqueología, una roca del mejor Eric que no se erosiona ni caduca ni muere. Surgió el 7 de septiembre de 1976, en una de las noches de inspiración producto de la bien conocida tardanza de una mujer al arreglarse. La pareja asistiría a una cena tributo a Buddy Holly.
«Eric tocaba guitarra mientras yo me probaba mil vestidos. Me llevé muchísimo tiempo y entré en desesperación por mi cabello, mi atuendo, mis joyas, todo… hasta que bajé las escaleras esperando un regaño justificado por mi tardanza. A cambio de eso, él sonrió y me dijo ‘¡Escucha esto!‘«, le contó Pattie al diario The Guardian en 2008.
El 28 de marzo de 1979, un día después de casarse, Clapton subió a Boyd al escenario en Tucson, Arizona, para cantar y dedicarle un tema frente a miles de fanáticos. No eligió «Layla», sino «Wonderful Tonight».
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