Horas después de la súbita muerte de George Michael diversos medios hicieron eco en las luctuosas del gran sobrepeso que lucía el londinense en sus meses finales.
Quizá a razón de ello, y más que en cualquier otro lapso de su oscilante andar por este mundo, el cantante de 53 años intentó pasar desapercibido y mantener prácticamente en secreto su aspecto deteriorado y un rostro envejecido.
Hablábamos, entonces, de un hombre lejano a aquel cañonazo sexual de los años 80 y 90 que cantaba, mostraba sonrisa de perlas y se contoneaba frenéticamente para hechizar por igual paladares femeninos que masculinos. El alma de Wham!, el excepcional solista, el seductor de los vaqueros ajustados y, claro, el cegador millonario que en abril de 1998, a sus 34 años, cayó en el garlito de un policía en los baños públicos del Will Rogers Memorial Park, en Beverly Hills.
Ahí el oficial de origen latino Marcelo Rodríguez cazó literalmente al británico, quien en aquellos tiempos no había dado a conocer su homosexualidad. El agente, disfrazado de civil, lo siguió muy de cerca y cuando lo tuvo a golpe de ligue, se le insinuó de lo lindo. Y George, perpetuo centro delantero del sexo sin nombre ni apellido, sucumbió pronto y accedió a intercambiar manoseos y toqueteos simplemente para ser arrestado en el acto. Cachondeo camuflado y vejatorio que derivó en 80 horas de servicio social y una multa de 1,300 dólares para el fogoso creador de «Careless Whisper».
«Fui seguido hasta el baño y después este policía -obviamente no sabía que era un policía- empezó con ese juego que creo que se llama ‘Yo te enseño el mío, tú me enseñas el tuyo…», recordó el ex Wham!, quien lejos de reecontrarse con el duende de la depresión, ocultarse en su mansión o alejarse de los reflectores, dio salida al episodio con una fina jugada de tres bandas: salió del armario en una entrevista con CNN en abril de 1998, reconoció que llevaba cerca de una década sin enredarse con mujeres, y compuso el tema «Outside» en su natal Londres.
La mordacidad y socarronería, dos de sus inseparables compañeras de vida, se convirtieron en base lírica de un corte diseñado para quebrar las prácticas habituales del sexo, aderezado a la vez con un video en el cual se mostraban baños públicos muy parecidos a los de Beverly Hills y policías besándose apasionadamente. Escenas subidas de tono con tintes del cine porno que no dejaron duda: haber caído redondito en el engaño no ralentizó la lucidez ni el afilado talento de Michael para extraer agua cristalina del lodo.
«En ese clip se está burlando de mí», alegó con incomprensible dignidad el enardecido oficial Rodríguez, quien demandó al cantante por 10 millones de dólares. La acusación, sin embargo, fracasó en dos ocasiones y con ello el músico inglés, además de colocar «Outside» en el segundo lugar del chart de Reino Unido como single promocional de un recopilatorio de grandes éxitos, consiguió su revancha antes de que terminara el siglo y hasta fue aplaudido.
Momento pivote para democratizar el llamado cruising, incidente emancipador y canción de mayúsculo valor en el historial del galán de la barba elegante que no dejó este mundo sin antes ensanchar tanto su abdomen como su número de escándalos y sus cuentas bancarias producto de los 100 millones de discos que despachó.
«Back to nature, just human nature, getting on back to, I think I’m done with the sofa, I think I’m done with the hall, I think I’m done with the kitchen table, baby…»
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