Cuentan por ahí que nunca existió canción más catártica al ser interpretada en vivo. Los antiguos rockeros dirán que es exageración; los fans de vena de The Arcade Fire responderán que nadie debe opinar mientras no haya pateado traseros y dado brincoteos al final de un show de los canadienses con esta creación del álbum Funeral, de 2004. Cada bando argumentará a placer.
Lo que es un hecho es que «Rebellion (Lies)», noveno track de aquel extraordinario debut de la tribu comandada por los hermanos Butler, es un pedaleo a morir, sin control, un estallido que únicamente esperaba ocurrir. En medio de una línea de bajo a la que, conforme corre la melodía, se le van adhiriendo pedazos de gloria, cuerdas, órgano y coros emotivos, el espigado Win, con su mirada de jorobado de Notre Dame, vocifera que la paranoia de los estadounidenses de mediados de la década pasada (tras los atentados del 11S) es mentira y nada más que mentira. Por eso piden no dormirse, porque dormirse es ceder.
Rebelión pura.
La turbulencia de los últimos dos minutos podría ser tachada de caótica, pero a la vez se convierte en una oda aplastante que no permite indiferencia alguna por su empuje avasallador. Y si escuchar «Rebellion (Lies)» es catarsis pura, tragarla en vivo es una explosión atómica. La diferencia entre la versión de estudio y la del directo bien se podría explicar con el orgasmo producto de la masturbación y el derivado del sexo compartido con un amante fascinante.
Por cierto, U2 no sólo usó alguna otra composición de los Fire como himno de entrada de su gira de 2005. También su baterista, Larry Mullen, admitió una envidia particular por el tema en cuestión.
«Me aportó una enorme esperanza… y me hizo sentir sumamente celoso», declaró el irlandés hace cuatro años.
Seguramente experimentó una sensación similar a la de la masturbación que no puede aspirar a más. Otra clase de frustración. Envidia «de la buena», le llaman.
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