«The Logical Song» es un breve capítulo de la autobiografía de Roger Hodgson.
En la agonía de los años 70 el cofundador de Supertramp cinceló este clásico referente a la pérdida de la inocencia copado por un sinnúmero de recuerdos de la era en que las inquietudes e inseguridades fueron lapidarias y crueles con él. Según declaró en 2010, pasó al menos una década en un internado de Inglaterra oyendo sermones acerca de cómo debe comportarse uno en sociedad: «En mi niñez la vida era mágica. Tengo películas antiguas de ocho milímetros donde se ve cómo todo era una burbuja de alegría, pero después mis padres me enviaron lejos.»
Así que la canción, que emanaba de una especie de agujero negro en el que Roger no encontraba respuestas sobre su rol como ser humano, era en extremo personal. Tanto… que no guardaba muchas esperanzas de que sus compinches en Supetramp la consideraran para el listado definitivo de cortes de su sexto álbum, Breakfast in America.
«Había terminado los arreglos seis meses antes de proponerla a los demás y no esperaba que les agradara. Pero el tema ganó el premio Ivor Novello, además de que las letras son de las que más se citan hoy día en las escuelas», dijo un orgulloso Hodgson a The Huffington Post en 2012. «En la infancia nos enseñan muchas cosas, pero casi nunca nos hablan del propósito de la vida. Nos dicen cómo funcionar, pero rara vez nos guían para explorar y descubrir quiénes somos internamente. Desde la inocencia y la maravilla de la niñez hasta la confusión de la adolescencia que a veces se pierde en el cinismo y la desilusión de la edad adulta, muchos mueren sin saber quiénes han sido.»
Mucho después de la catequesis en aquel internado británico y del colosal éxito de Supertramp, Hodgson dejó al grupo e hizo una mudanza transcontinental, dispuesto a reencontrarse en la calurosa y amarilla California. Establecido, los simulacros ya no fueron simulacros, sino realidades apartadas de la instrucción y de las notas escolares. La pureza quedó desplumada, la fantasía murió y el concepto de vida se dislocó. Y el músico libre, feliz, independiente, «americanizado», se volvió más hombre de familia que líder de un grupo de rock progresivo a pesar de que editó discos en solitario y emprendió giras como abejorro lejos de la colmena.
Expuesta la metamorfosis del artista, queda el dato curioso: el extrañísimo beep electrónico que puede escucharse en el minuto tres con veintitrés segundos de «The Logical Song», exactamente cuando Hodgson canturrea «D-d-digital«. El zumbido proviene de un juego de fútbol americano con el que la empresa Mattel cautivó a legiones enteras de aficionados en los años 70 y 80. La agrupación pidió dicho aparato portátil al ingeniero Richard Digby-Smith, quien entonces trabajaba en el estudio de grabación contiguo. El mentado sonidito se activaba cuando uno de los jugadores perdía el ovoide (el célebre fumble).
Semejanzas e ironías alrededor del hit al que el mismísimo Paul McCartney calificó como «el mejor sencillo de 1979»: Uno pierde el ovoide, otro la inocencia. Y ambas cosas pueden determinar el resultado del partido… o de la vida.
«When I was young, it seemed that life was so wonderful, a miracle, oh it was beautiful, magical. And all the birds in the trees, well they’d be singing so happily…»
Opina en Radiolaria