Cuando Brandon Flowers dijo que admiraba a Dave Gahan y que el primer disco que lo marcó fue Songs Of Faith And Devotion, los puristas lo veneraron a un grado superlativo, colocándolo como un diamante en bruto de la nueva ola del rock y, quizá, del new new wave (si podemos llamarle así).
Al escuchar el nuevo álbum de la banda, Battle Born, queda claro que Flowers sigue los pasos de aquel hombre, pero en sentido opuesto. Porque ya todo se trata de apoyos electrónicos y sintetizadores que ni siquiera suenan al Songs…
Lejos de ello, el disco está cargado de un pop al estilo de la primera mitad de los años 80 y salpicado con baladas que emulan al New Order más aseado y al Foreigner más flaco. Por momentos los Pet Shop Boys agradecerían versionar algunos tracks de esta nueva entrega del cuarteto de Las Vegas. Porque sólo la voz podría ayudar a distinguirlos.
En esa línea, en la cual se ha confirmado la muerte del rock añejo y espectacular de los inicios de The Killers, sobresalen «Deadlines And Commitments», la mejor de todas, y «Heart Of A Girl», mientras que en los terrenos de las fórmulas para los shows en vivo las garantías serán «Runaways», con un encanto muy similar a «Human», «The Rising Tide» y «Miss Atomic Bomb», que evoca a cierto U2.
Buenas letras en «The Way It Was», un experimento interesante en «From Here On Out» y se acabó. Incluso puede decirse que Battle Born se hace un tanto largo, cansado, monótono, lo que no ocurrió con Day & Age hace cuatro años.
Al tiempo que finalizo este texto, Flowers y sus tres amigos se han presentado en Madrid ante poco menos de 20,000 asistentes que se han nutrido de un concierto que no ha incorporado tantos cambios con respecto al último tour. Hay algunas cosas nuevas, pero, con excepción de «Runaways» (la de la apertura), los brincoteos no derivaron de ello.
Por si hay dudas de la influencia ochentera que rodea a esta producción, la inclusión del cover de «Forever Young» (de Alphaville) como parte del nuevo repertorio en directo puede dar más luz al respecto. Brandon ha pegado un brinco para regresar 30 años en el tiempo y, en ese viaje, ha olvidado las guitarras en el armario.
Ahora prefiere pulsar teclas mucho más de lo esperado.
Opina en Radiolaria