Iva Davies escribió el tema «Icehouse» a los veintidós años, recostado en una habitación del número dieciocho de la calle Tryon, en Lindfield, Nueva Gales del Sur. Silenciosa y algo fría, la estancia encandiló al joven que, pese a que acababa de fundar la banda Flowers en complicidad con el bajista Keith Welsh, se volvía entonces cada vez más introvertido, solitario e insular.
En sí, el primer soplo de inspiración fue este flat que el australiano alquiló a una acaudalada matrona, quien meses atrás había decidido convertir su caserón en un conjunto de apartamentos con varias amenidades y una cancha de tenis en la parte trasera. El segundo… lo que Davies halló a veinte metros de su ventana.
«Al otro lado de la calle estaba una bella casa, vieja y completamente descuidada. Muy pronto atrapó mi atención el hecho de que durante las noches las luces de la misma permanecían encendidas, algo inusual en Lindfield», relataría años después en una conversación con el Sydney Morning Herald.
Al más puro estilo de las películas de tonos lúgubres, Iva aprovechaba los insomnios de madrugada pegando la frente al ventanal y observando cómo muchos de los ocupantes de aquella misteriosa morada salían a caminar a paso lento, sin pronunciar palabra ni cruzar miradas con otros. Más que circunspectos, sus rostros carecían de gesticulaciones y muecas, protagonizando con ello el casting más accidental e inconsciente de la historia para un filme de zombis. Abundaba en cada uno la inusual condición de la impermeabilidad y el trance, lo que transformó la fascinación de Davies en obsesión. «Ellos deambulaban por aquí y por allá y después de un rato regresaban con algunos artículos que habían comprado. Podías mirarlos un par de meses y luego dejabas de verlos porque llegaban otros nuevos. Se sentía una vibra muy extraña, era difícil entender lo que pasaba», ahondó el músico.
Entre los primeros versos que Davies extrajo de tan sombrío y estimulante panorama destacan: «It’s always cold inside the icehouse, though the rivers never freeze, there’s a girl outside the icehouse, I can see her clearly though the trees…» Un cóctel elaborado con realidad y fantasía, como si la mitad de la historia le quedara a golpe de vista y el resto emergiera de la urgente necesidad de que la imaginación completara el cuadro.
Con varios individuos evaporados de golpe y sin aviso, al cantautor no le quedó otra que formular los desenlaces en su mente y mover la pluma sin complejo. El resultado no sólo arrojaría una canción entrañable para los fans, también el nombre definitivo de la banda australiana para emprender una carrera a la par del comienzo de la década de los 80. «Como muchas de mis composiciones, es una amalgama de un montón de cosas. No hay una sola historia en la que no entre la ficción», afirmó Iva. «Parece que aquella casa siempre estuvo poblada de gente itinerante y eso me pareció arrebatador y ajeno a cualquier otro inmueble. Produje esta canción y creé esta historia mucho antes de saber que, en realidad, se trataba de un centro de tratamiento psiquiátrico.»
A deshoras… el mundo a veces puede ser fascinante para los insomnes con dotes creativos. También la insania.
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