La historia detrás de las más grandes canciones

¿Quién te extrañará, Syd?

En abril de 1968, Syd Barrett fue apartado de Pink Floyd sin aviso, dramatismo ni una escena final.

La banda simplemente dejó de pasar por él, hecho del que el astro, acaso, nunca tuvo plena consciencia. Syd quedó fuera del grupo tras haber entrado en la espiral de efectos del LSD-25, droga psiquiátrica entonces legal en Reino Unido que se ubicaba entre las predilecciones del círculo del joven músico y su camada de amigos.

Dieciséis meses después de salir del cuarteto que él mismo fundó, el cantante y guitarrista compuso “Dark Globe”, donde aún daba visos de consciencia de su inestabilidad y lanzaba una pregunta directa al vacío: “Wouldn’t you miss me at all? Please lift a hand, I’m only a person…” No es un guiño poético ni una gambeta de la psicodelia del año en que Floyd puso en órbita The Piper at the Gates of Dawn, sino una súplica atestada de vulnerabilidad y de urgencia de ser visto.

El cabello de Syd había crecido en aquel 1969; también su fragilidad. En el corte alcanzaba a preguntar si su ausencia, ya inminente, le importaba a alguien. Y pedía una mínima señal. Ese “globo oscuro” no era una alucinación, sino el mundo real volviéndose inhabitable; aislamiento, pérdida de lugar y de su propia mente.

Poco después, Barrett habría de pronunciar algo que apenas logró escurrir de su cabeza triturada por el LSD: “Me he perdido”.

“Dark Globe” aparece en la lista de tracks de The Madcap Laughs, su primer proyecto solista, grabado en los estudios Abbey Road y producido casi en forma de rompecabezas por David Gilmour, Roger Waters y Malcolm Jones. El álbum de folk psicodélico existe gracias a un entorno amistoso que entendió que presionar a Syd no convenía, mucho menos solicitarle hacer múltiples tomas para abrillantar cada tema.

La portada de la placa se fotografió en la primavera de 1969 en Londres. El inglés de Cambridge acababa de pintar el piso de su flat en Earls Court Square con franjas naranjas y moradas y llamó a Mick Rock para documentarlo. Pasaba aquellas semanas con Iggy The Eskimo, una chica que, al escuchar el timbrado, abrió la puerta desnuda y decidió permanecer así para la ocasión. De nombre Evelyn, ella misma decoró con kohl los ojos de Syd, ayudando a construir esa imagen quebradiza y arrebatadora del disco.

Así, en “Dark Globe”, probablemente la confesión mejor lograda de The Madcap Laughs, todo converge en la pregunta de un hombre que sabe que pronto se marchará a otro sitio: “Wouldn’t you miss me at all?

Y sí. Millones de contemporáneos de Syd —y muchos otros que ni siquiera habían nacido— lo echaron de menos. De un modo u otro.

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