
Se necesitaba una poca de gracia y, acaso, una vida más larga. Ese día de 1958, decorado con las líneas lumínicas del sol de California, el joven risueño de diecisiete años con peinado impecable gracias a una abundante e impecable goma empezó a juguetear con su guitarra en el Ford Thunderbird que su productor Bob Keane conducía a todo galope.
Ritchie Valens se había pasado al asiento trasero para estar más cómodo, estirar las piernas hasta Saturno, cruzar una sobre la otra y ahí apoyar la guitarra, bronceada y lista para hacer sonar acordes traídos de otro lugar, notas extrañas con una letra aún más bizarra. “La primera vez que oí ‘La Bamba’ con Ritchie fue mientras viajábamos rumbo a San Francisco para su primera aparición en televisión allí. De pronto escuché esa melodía, ese ‘Dadadada da da!’ y dije… ‘Vaya, creo que eso podría ser un gran disco de rock. Intentemos algo’”, rememoró Keane en el verano de 2000, en una extensa entrevista con NPR Music.
Aquel impulso de finales de los años 50, sin embargo, tenía sus dobleces. Keane sabía que ni por asomo un single rockero interpretado en español sería programado en las radiodifusoras estadounidenses. Además, el foco en aquellas semanas estaba en promover intensivamente la vitamínica “Come On, Let’s Go” y en lanzar a escala nacional “Donna”, una balada edulcorada escrita por el chispeante Richard Steven Valenzuela Reyes para su entonces novia Donna Ludwig, pieza en la cual Bob depositaba sus más grandes esperanzas.
Opina en Radiolaria