
Danny Cedrone murió a los treinta y tres años. Se rompió el cuello tras perder el equilibrio y caer de la escalera de un restaurante. Cargaba una decena de sándwiches que pretendía llevar a casa para una cena familiar con invitados a un par de cuadras del establecimiento. Tan inverosímil y funesto suceso fue firmado por el destino el 17 de junio de 1954, exactamente un año antes de que «Rock Around the Clock», el hit supremo en la carrera de Bill Haley & His Comets, se convirtiera en el primer corte de rock and roll en llegar al número uno en Estados Unidos.
Ocho semanas antes de su último y fatal trompicón, Cedrone había entrado en los estudios Pythian Temple de Nueva York, propiedad de Decca, con la quijada tensa y las uñas comidas por la ansiedad. Se sentía un tanto inseguro de sus ejecuciones de guitarra para la grabación de la cual sería parte como músico de sesión para la causa de Bill y el resto de los cometas. «Rock Around the Clock», cuyo nombre original fue «We’re Gonna Rock Around the Clock Tonight!”, no era el objetivo principal de aquella tanda en lares neoyorquinos, sino una pieza llamada «Thirteen Women (And Only One Man) in Town», basada en algo tan poco habitual para entrar en la órbita musical como la detonación de la bomba de hidrógeno que se efectuó en marzo de ese año en el atolón Bikini y la idea de que solo unos cuantos individuos sobrevivirían a un estallido de tal magnitud si se gestara un tercer conflicto de alcance global.
«Nos dieron solo tres horas para hacer los dos lados y cuando llegamos allí, el productor Milt Gabler se empeñó en que priorizáramos ‘Thirteen Women’, así que, desde luego, eso es lo que entendimos que debíamos cumplir. Era una buena canción, pero invertimos unas dos horas y media para lograr un buen arreglo y grabarla”, recordó a mediados de 2000 el tecladista Johnny Grande. “Después de eso, nos quedaron treinta minutos y él mismo sugirió: ‘¿Por qué no hacen esa otra canción de la que han estado hablando?’”
Apresurado y presionado al igual que el resto del grupo para completar “Rock Around the Clock”, Cedrone fue a la segura y desenredó un solo de guitarra casi idéntico al de “Rock the Joint”, otra composición que Haley había interpretado un año antes. Habiendo cumplido la encomienda, la cuadrilla se marchó sin demasiada consciencia de que el colofón de aquel jueves de junio, aun siendo la cara B, tenía mucho de acontecimiento y dislocaría la cadera del siglo XX, modificando para siempre la historia de la música.
El impulso definitivo llegó por casualidad meses después, cuando Peter Ford, un niño de nueve años, se topó con la canción de los cometas y se la mostró a su padre, el actor Gleen Ford, quien terminó siendo medular para que “Rock Around the Clock” sonara en los primeros minutos de la cinta “Blackboard Jungle”, dirigida por Richard Brooks.
Agigantado por el éxito de un tema que llevaba un año sin notoriedad y aún ciego de un ojo por la prematura ruptura de su nervio óptico, Bill Haley adquirió condición de superhéroe de un fenómeno global, nuevo y difícil de describir que claramente descontroló las caderas de millones y dejó la mesa lista para la irrupción de semidioses del rock, guitarra en mano, como Elvis Presley o The Beatles.
“No importa lo malo que un show pueda estar saliendo, ‘Rock Around the Clock’ nos hace salir adelante cada noche”, aseveró Haley, quien no murió al pie de una escalera como Danny Cedrone, pero sí al final de una espiral de despilfarros, noches de alcohol, amaneceres salpicados de depresión y crepúsculos húmedos en el malecón de Veracruz, adonde alguna vez se mudó con su esposa mexicana Martha Velasco para escapar de una gorda cantidad de impuestos. Un tumor cerebral lo derrotó en febrero de 1981, dos meses después de que uno de sus admiradores más grandes muriera tiroteado. Un tal John Lennon.
“When it’s eight, nine, ten, eleven too. I’ll be goin’ strong and so will you. We’re gonna rock around the clock tonight, we’re gonna rock, rock, rock, ’til broad daylight…”
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