La historia detrás de las más grandes canciones

Arroz, no Coca-Cola

«Estuve despierto toda la noche, escribiendo esas letras en el Hotel Iroquois. Después, fui a (los estudios) Electric Lady y acabé de poner la voz en las cintas de grabación, y terminamos veinte minutos antes de la media noche. Tomamos el tren E desde el Village hasta Times Square. Nunca olvidaré la salida del metro: en medio de cien mil millones de personas supe que acabábamos de crear algo genial».

Ese «algo» al que Joe Strummer refirió en 1991 con tal dosis de orgullo es «Straight to Hell», el corte más inusual dentro del listado de piezas de Combat Rock y una de las últimas genialidades de una banda que había empezado a implosionar más por diferencias creativas que por desavenencias entre los cuatro. Pero al menos esa noche, en la cual la bella Manhattan recibiría el nuevo año, fue mágica.

La ley de las probabilidades hizo pensar a Strummer que en medio de la inmensa marea de humanos excitados por el cambio en el calendario podría encontrarse celebrando algún excombatiente de la Guerra de Vietnam, uno de tantos estadounidenses mordisqueados por los horrores de decenas de batallas en la selva asiática, hombres con la consciencia despedazada que abusaron de mujeres de aquel país y lograron retornar a América para intentar olvidar como fuera los disparos, los cadáveres, los excesos y todo eso que no conviniera retener en la memoria. Aquello era lo que Joe había plasmado particularmente en el segundo verso de «Straight to Hell» («Lemme tell ya ‘bout your blood bamboo kid. It ain’t Coca-Cola, it’s rice…») para dirigirse a los niños engendrados por soldados norteamericanos, quienes habían violado a sus madres y construía, así, una generación a la cual Strummer colgó el término «Amerasian blues». En dicho verso, uno de esos pequeños vietnamitas mira una fotografía y ruega a su padre que lo lleve a vivir a Estados Unidos, pero éste rechaza la súplica y sigue adelante con su vida, al otro lado del mundo, como si Vietnam hubiese dejado de existir y no fuese otra cosa que una palabra incómoda.

«Esa canción salió de un riff», recordó en su momento el bajista de The Clash, Paul Simonon. «Había una canción de Gregory Issacs que yo escuchaba mucho en aquel tiempo y me inspiré en ese patrón básico. Creo que la canción se llama ‘Slave Ruler’», abundó Simonon, refiriéndose sin mucha precisión a «Slave Master», una tonada reggae del jamaicano Issacs.

Además de ser ubicada permanentemente como una de las entregas más finas en el catálogo de The Clash, la gigantesca «Straight to Hell» fue exhumada veinticinco años después de su lanzamiento. Acreditando a Strummer, Simonon, Mick Jones y Topper Headon, la rapera M.I.A. publicó en 2008 «Paper Planes», una gema de hip-hop alternativo compuesta alrededor de la estructura sonora del track de la extinta cuadrilla. «‘Paper Planes’ es acerca de esos individuos en Nueva York que conducen taxis todo el día, duermen en un departamento de mierda y parecen ser una amenaza para la sociedad, sin serlo en realidad», explicó Mathangi Arulpragasam (su verdadero nombre) al Entertainment Weekly.

Otra joya creada en lares neoyorquinos, en el corazón de Manhattan, entre miles de personas y en un sitio donde las apariencias son imprecisas. La ciudad en la que, acaso, alguno de esos taxistas de rostro atemorizante traslada a uno que otro excombatiente de Vietnam que a diario recuerda que debe olvidarlo todo. Un disparo, un error, un cadáver o una mujer que le fue importante… solo unos minutos.

«Wanna join in a chorus of the Amerasian blues, when it’s Christmas out in Ho Chi Minh City, kiddie say, papa papa papa papa papa-san, take me home…«

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