
22 de marzo de 1992. Entre flashazos y una montaña de peticiones de quienes buscaban una entrevista con él a razón de «Crazy», su hit de acero publicado dieciocho meses antes, el británico Seal reveló las entrañas de la composición soul rock que le colocó alas y le hizo volar como un águila, muy cerca de las nubes.
El origen está en los vientos de cambio y movimientos sociales que sacudieron el tramo final de la década de los 80, cuando aún zigzagueaba la humareda tras el desplome del Muro de Berlín y las protestas multitudinarias atestaban la plaza china de Tiananmén. «No entendía los motivos por los que estas cosas de pronto estaban sucediendo, pero quizá se trataba de un momento en el que la gente estaba volviéndose más consciente tanto a nivel social como espiritual», explicó al periódico Los Angeles Times el cantante de mirada inquisitoria, entonces con la frente tapada por unas rastas que encandilaban a más de una admiradora. «Esos eventos fueron una señal clara de que las personas pueden hacer una diferencia si toman una postura y se apegan a ella. A la gente se le debe permitir expresarse con libertad, así como lo hicieron los estudiantes en la plaza de Tiananmén. No deben dejarse intimidar por el hecho de que otros individuos los tachen de dementes o de anormales. En la canción yo quise decir… ‘Está bien estar loco, ser diferente y manifestarte según tus creencias’», añadió el chico de raíces nigerianas que en su adolescencia nada gozaba tanto como encerrarse en su habitación para recostarse, mirar el techo y escuchar canciones de Joni Mitchell, Stevie Wonder y Jimi Hendrix.
«And through a fractal on a breaking wall, I see you my friend, and touch your face again…«, recitaba el vienteañero en alusión a la reunificación, al reencuentro y al triunfo, dejando en claro, además, que la locura, lejos de una condición perjudicial, llegaba a ser una forma de supervivencia en medio de la avalancha y el caos.
Ambicioso desde la infancia, Seal no tuvo duda de que “Crazy” llegaría al tope de las listas de popularidad en más de un país. Su deseo estaba alimentado por el número uno indiscutible que meses antes se había adjudicado “Killer”, una adictiva ensalada house del proyecto Adamski donde el londinense había sido invitado por el DJ Adam Paul Tinley, líder del mismo, para plasmar su voz. Alabadísimo por la crítica en Reino Unido, aquel pelotazo sembró en Seal un sentimiento doble: amaba que millones en la isla cantaran un corte en el cual había tomado parte y se convencía de que tenía talento suficiente para volar alto como solista en la naciente década.
Ironías de la industria, el número uno no llegó con “Crazy”, pero sí un lustro después con “Kiss from a Rose”, single atestado de capas armónicas en el que Seal Henry Olusegun Olumide Adeola Samuel, ya sin esas rastas cosquilleándole la frente, depositó nulas esperanzas. “Me gustaba, pero jamás estuvo entre mis favoritas. No era el tipo de corte con el cual quise ser recordado como artista”.
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