
Felicidad en rizos. En brazos de su padre Robert, Karac se retuerce en carcajadas. Ambos greñudos, ambos enredados en amor sobre el pasto de la campiña inglesa. Las melenas doradas, la herencia más notoria entre los dos, iluminan las imágenes que hoy pueden hallarse en la red, fotografías de un día de vibras campiranas al pie de cerros mudos bajo un cielo anubarrado. Karac en overol de mezclilla y botas azules y Robert con una camisola marrón, intercalando el juego con mordiscos a una pera más verdosa que el césped. Dicha multicolor. Felicidad en rizos.
En julio de 1977, meses después de aquel día con su pequeño, Robert ingresó al vestíbulo del hotel Royal Orleans y recibió un recado de la recepcionista con sello de urgencia. Tras subir a su habitación, cerró la puerta y llamó a su esposa Maureen. Mirando a la cortina y a la nada, escuchó: «Karac está internado. Le dolió mucho el estómago y lo trajimos al hospital”. Una segunda llamada, dos horas después, interrumpió el shock inicial de Plant. El heredero de sus rizos dorados acababa de morir.
Quienes acudieron a la habitación del frontman de Led Zeppelin relataron que éste soltó un aullido imposible de describir, con su frente recargada en sus rodillas, triturado por ese tipo de dolor que algunos sitúan en la cúspide de la peor pesadilla.
La tragedia interrumpió la gira de Zeppelin por Norteamérica, un recorrido azotado por el consumo de alcohol de John Bonham y la adicción a la heroína de Jimmy Page. Con ánimos fracturados, el grupo decidió cancelar sus presentaciones en estadios de Nueva Orleans, Chicago, Búfalo, Pittsburgh y Filadelfia, y rompió filas. Pese al estado traumático, el cuarteto no se disolvió y en octubre de 1978 se reunió en los estudios Polar de Estocolmo para registrar las canciones de In Through the Out Door, el álbum de la supervivencia (temporal) cuyo sexto corte, inusual por haberse construido sobre un sintetizador Yamaha, se tituló «All My Love». Lejos de los hits pirotécnicos y llenos de testosterona firmados por Page-Plant, fue tan solo Robert hablándole a su risueño heredero de rizos dorados, echándole de menos y secando el llanto de tan aciagos meses en versos que no pudo cantar más que en una toma.
«Solamente rendí homenaje a la alegría que nos dio como familia y, de una manera un poco loca, todavía lo hace de forma ocasional», le dijo un Plant arrugado y rascando su barbilla a Dan Rather cuatro décadas después de la muerte de Karac. Una charla entre viejos acerca de remembranzas, proezas y melancolías. «Su madre y yo a menudo… la memoria cambia, el contraste y el enfoque cambian conforme pasa el tiempo. Hace mucho tiempo que lo perdimos, cuarenta años. Y fuimos bendecidos con otro niño que llegó un par de años después y las dos imágenes están ahí, borrosas. El nexo entre Karac y Logan es… es difícil descifrar las dos cosas, pero él era un pequeño de la naturaleza, ¿sabes? Era un hombrecito de la montaña».
El pequeño montañés que en alguna tarde de vibras campiranas, enmarañó carcajadas con su padre, mientras éste caminaba con él en brazos y mordisqueaba una pera más verde que el césped.
«All of my love, all of my love, all of my love to, to you, you, you, yeah, I get a little bit lonely…«
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