
El vestigio más antiguo alrededor de «Mack the Knife» data de 1727, a través de Captain Macheath, un personaje ficticio que el dramaturgo británico John Gay incluyó en el libreto de The Beggar’s Opera, basado en Jack Sheppard, ladrón que causó fascinación y horror en el Londres de aquel siglo al fugarse de prisión en cuatro ocasiones. No hubo un quinto escape. Jack murió en la horca.
Doscientos años después, los alemanes Bertolt Brecht y Kurt Weill revivieron la trama, llamando a su muy subversiva adaptación Die Dreigroschenoper y dotando al pillo de una condición aún más violenta y sanguinaria. Tras su estreno en Berlín en 1928, la obra que puede traducirse como La Ópera de los Tres Centavos, y que ya contiene la pieza «Die Moritat von Mackie Messer» («La balada de Mackie, el Navaja»), fue prohibida por el régimen nazi al considerar que transmitía un contenido predominantemente socialista.
En la década de los 50, el norteamericano Marc Blitzstein llevó a Estados Unidos una nueva interpretación que recaló en las principales marquesinas del Greenwich Village neoyorquino y desencadenó una larga fila de aspirantes que deseaban dar voz al truhan. Louis Armstrong tomó la delantera en 1956 con una versión indeleble, anticipándose a Bobby Darin, Ella Fitzgerald y Frank Sinatra. El panameño Rubén Blades también se aventuró a recrear al hampón, pero a ritmo de salsa, castellanizándolo y preservando su condición bárbara. Lo llamó «Pedro Navaja» para no desentonar con los comparsas latinos y el sabor de la región.
Pero para Frank Sinatra, sólo hay un campeón. «Bobby Darin tomó la canción por el pescuezo y la convirtió en el clásico del swing más conocido hoy en día», opinó ante el Financial Times el crooner de Hoboken que más de una vez -raro en un mayúsculo vanidoso como él- alabó a Darin. «A diferencia del original de Brecht-Weill, que permanece en el mismo tono todo el tiempo, la versión de Darin va cambiando de tono, cromáticamente, no menos de cinco veces, elevando la tensión».
Ciertamente, la versión que Bobby grabó en 1959 como parte de su EP That’s All resultó la vía más corta a la gloria al llegar al número uno en Estados Unidos y en Reino Unido justo antes de que muriera la década.
En esa relectura se habla de un bote en el río y de un saco lleno de cemento. Pesadas y mudas, las rocas cumplen su cometido, cristalizando las negras motivaciones de «Mackie», quien ha reaparecido en la ciudad para coleccionar bajas humanas. Un tal Louie Miller ha desaparecido, al igual que otras tantas infortunadas víctimas del rufián del cuchillo, entre estas una mujer de alcurnia que ha sido perecido apuñalada.
El elogio de Sinatra a Darin no fue un disparate. Si bien decenas, acaso cientos, han explorado y manoseado «Mack the Knife» con el correr de las décadas, Bobby tomó el clásico por el pescuezo con la vehemencia de un asesino inmisericorde sin par. Muy al estilo del Macheath de ficción y del Sheppard del mundo real, Darin estrujó el alma, cortó las respiraciones y llegó hasta el último de los suspiros con su interpretación total. Y desde aquel 1959, el rastro del criminal que encarnó el baluarte neoyorquino no se ha borrado.
«Now on the sidewalk, uuh, huh, whoo, sunny mornin’, uuh, huh, lies a body just oozin’ life, eeek! And someone’s sneakin’ ‘round the corner…«
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