
A sus sesenta y dos, Ian McCulloch entró a su cuenta de Twitter y redactó una efeméride en pleno fin de semana: “Hace 38 años, esta semana, se lanzó la mejor canción jamás escrita”. Y rubricó el mensaje con el hashtag en minúsculas #thekillingmoon y el crédito de Steve Rapport como autor de la fotografía que escoltó el posteo, una imagen del propio Ian en sus ayeres juveniles, iluminado en soledad por las luces blanquecinas de una lámpara.
El dato, ciertamente, fue preciso: “The Killing Moon” cumplía casi cuatro décadas desde su lanzamiento, en enero de 1984, a cargo de la banda de post punk Echo And The Bunnymen, otro de esos cuartetos de Liverpool dispuestos a todo.
La intervención del cantante en la red social no puede ser calificada como un acto aislado de un sesentón pedante en franco declive o un impulso propiciado por una pandemia omicronizada y sin desenlace calculable. En otros foros y con otros enunciados, Ian ha pasado décadas arrojando sobre los micrófonos y grabadoras básicamente la misma idea en referencia a aquel bastión del álbum Ocean Rain. “Estoy seguro de que Paul Simon estaría tentado a presumir y decir lo mismo sobre su ‘Bridge Over Troubled Water’, pero para mí, ‘The Killing Moon’ es más que simplemente una canción. Es un salmo, casi un himno. Es acerca de todo, va del nacimiento a la muerte a la eternidad. Y acerca de Dios y de la batalla perpetua entre el destino y la voluntad humana. Contiene la respuesta al significado de la vida. Es mi ‘Ser o no ser…’”, había declarado McCulloch en la primavera de 2015 al diario The Guardian, remojando sus modestas palabras en aguas shakespereanas.
Justamente con ese rotativo Ian colaboró en otra ocasión (2003) para escribir una columna titulada “This Much I Know”. Sin entornos pandémicos, movió la pluma en enunciados cortos, pero llenos de electricidad. Soltó que la honestidad es lo más importante en la vida, puntualizando que él siempre ha quedado a deber. Ventiló que su padre era un apostador incorregible y compulsivo que comprometió las rentas familiares. Sobre su viejo plasmó igualmente en el texto la fecha de su muerte, el 26 de abril de 1988, exactamente el día en que McCulloch decidió aparecer por última vez en una tarima como vocalista de Echo And The Bunnymen. Fue un conciertazo de veintitrés canciones en Osaka que culminó con un cover de “Sweet Jane”. Tres párrafos más abajo, abordó las simplonas razones de su regreso a la agrupación (1997): “Una vez que eres un Bunnyman, eres por siempre un Bunnyman. Por eso tuvimos que volver a juntarnos. El solo recordar esto en ocasiones me causa pánico, pero cada vez que canto ‘The Killing Moon’, sé que no existe un grupo en el planeta que posea una canción siquiera cercana a ésta…”
Con sus seis minutos de duración, la “mejor canción jamás escrita” no avanzó más allá de la novena posición en el chart en Reino Unido. El 28 de enero de 1984 el tablero lo encabezaron los Frankie Goes To Hollywood y Cyndi Lauper con “Relax” y “Girls Just Want to Have Fun”, dos títulos mundanos y corrientes sobre el disfrute de la vida. Vaya coincidencia. Vaya decepción para el bienamado Ian, cuya creación siempre ha estado fuera de este mundo. Por eso, poco importan las listas de popularidad. Poco importan los charts. Poco importa incluso la música. Por eso la luna amanece y anochece fuera de este mundo.
Y por eso, aquí, el fútbol es lo más importante.
“In starlit nights, I saw you, so cruelly, you kissed me, your lips, a magic world…”
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