«1979» fue, para muchos críticos y melómanos, la canción de 1996. Un auténtico pivote generacional con una progresión monótona en su sonido, y con un título simple y efectivo.
Partiendo de tal hecho resultaría difícil creer que la canción fue la última de la fila de composiciones que formaron parte del ya legendario álbum doble Mellon Collie And The Infinite Sadness, de The Smashing Pumpkins.
En algún momento de aquella época, atrapada entre el grunge de Seattle y el alternativo de Chicago, el productor del disco, Flood, le dijo a Billy Corgan que si deseaba que «1979» formara parte de la obra, tendría que terminarla en 24 horas. De no ser así, el álbum sería mezclado en ausencia completa del track al cual el cantante de las calabazas le veía gran potencial, no así el hombre detrás de la consola.
Corgan se fue a casa, trabajó en ello y terminó el gran himno de la banda, una oda en la que no hubo necesidad de pegar sus alaridos de siempre para externar una especie de sentimiento de nostalgia, más que un mensaje definido. Es más, la letra no respondía a algo tangible o real sucedido en 1979, como muchos creyeron en su momento.
«Cuando escribo una canción generalmente parte de una imagen en mi memoria y ésta me remite a cuando yo tenía 18 años, iba manejando hacia mi hogar debajo de una fortísima lluvia en Illinois. Recuerdo haber estado esperando en un alto, con mucho tráfico. Ese es el recuerdo, así de simple, y de ahí salió todo, de estar en un carro detenido. No suena nada glamoroso, pero quizá la emoción o el sentimiento se enfocó en esperar a que algo sucediera… y ese algo muchas veces está a la vuelta de la esquina», contó Billy en la emisión Storytellers de VH1.
Aunque los Pumpkins ya eran una banda reconocida en aquellos años, está claro que con «1979», la canción desdeñada por Flood, la cuadrilla alcanzó una nueva dimensión mediática, global, histórica… y generacional.
Ciertamente, el éxito total estaba a la vuelta de la esquina.
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