Louis Armstrong, Engelbert Humperdinc, The Kelly Family, Israel Kamakawiwo’ole, Natalie Cole, Plácido Domingo, José Carreras, Brandon Field, Michael Bublé, Tony Bennett, Joey Ramone, B.B. King, Sarah Brightman, Nicky Rubin, Rod Stewart, Stevie Wonder, Céline Dion, Eva Cassidy, Mika Nakashima, Keane, Luddi Ethos, Katie Melua, Ministry, Coldplay, Rod Stewart…
Obviamente el listado es finito, pero valiente aquél que apile todas las versiones de «What a Wonderful World» y las clasifique con rigurosa disciplina. Por mayúscula, la misión contaría como servicio social en un mundo en el que únicamente los insectos y los moluscos no tararean la oda que subraya las cosas más simples y luminosas de la vida: «I see skies so blue and clouds so white, the bright blessed day, the dark sacred night, and I think to myself what a wonderful world…«
En 1967, año picoteado por racismo y segregación, Bob Thiele y George David Weiss crearon «What A Wonderful World» como una especie de antídoto que no precisamente recogía las fórmulas psicodélicas del flower power de aquella década. Sin estridencias multicolor ni rockeros con cintas sujetándoles la pelambrera, esta belleza colmada de optimismo apostaba a algo diferente e inicialmente fue ofrecida a Tony Bennett. Con la posibilidad de cincelar para siempre su apellido en la corteza de una composición de dimensiones universales, el neoyorquino pasó de largo inexplicablemente.
Al cabo de unos meses el risueño sesentón de Nueva Orléans, Louis Armstrong, recibió la propuesta de Thiele -gran admirador suyo desde que lo vio derrocando a The Beatles con su teatral «Hello, Dolly!»- para darle voz a «What a Wonderful World». Con un elegante traje a rayas, un pañuelo asomándose, ojos tamaño Júpiter y esa sonrisa refulgente como un amanecer detrás del mar, «Satchmo» se apersonó en el estudio de grabación y cumplió la encomienda.
«No es que el mundo sea un lugar malo, es lo que nosotros le estamos haciendo. Todo lo que estoy expresando es ‘Mira, qué mundo tan maravilloso sería si le diésemos una oportunidad’», afirmó en su momento el pintoresco Louis.
Sin embargo, de aquella sesión que se efectuó en julio de 1968 se recuerda también un desafortunado altercado entre Thiele y el mandamás de ABC, Larry Newton, quien llegó a la escena deseoso de conocer a Armstrong y escuchar la pieza, confiando en que ésta tendría un ritmo similar a «Hello, Dolly!». Al percatarse de la cadencia baladesca, Newton estalló en cólera y, según los que ahí estuvieron, en cuestión de minutos fue sacado a la fuerza del estudio. El histórico registro se habría completado con un hombre furioso, golpeando la puerta desde el exterior.
Emberrinchado hasta la médula, Newton trabó por todos los medios la promoción de «What a Wonderful World» en suelo estadounidense, siendo Reino Unido el lugar en el que consiguió el número uno.
Estados Unidos solo se enteró de la grandeza de What A Wonderful World cuando sonó en la película Good morning, Vietnam, en 1987. Era uno de los temas presentados por Robin Williams, que encarnaba al locutor protagonista de la cinta. Y estaba montado sobre escenas de la vida cotidiana, incluyendo la violencia política y militar, en el Vietnam del Sur de 1965. El contraste resultaba tan brutal que nadie se dio cuenta del anacronismo: What A Wonderful World tardaría dos años en salir al mercado.
Fue la última canción que interpretó en público Eva Cassidy antes de morir de cáncer, así como una de las últimas de Joey Ramone durante la gira que precedió a su partida.
Una de las versiones más recientes la interpretó Coldplay en 2011 como intro de su tema “Fix You”, con miles de fanáticos enlodados en el festival de Glastonbury cantando al unísono “…and I think to myself… what a wonderful wooooorld“.
Fue la última canción que interpretó en público Eva Cassidy antes de morir de cáncer, así como una de las últimas de Joey Ramone durante la gira que precedió a su partida.
Una de las versiones más recientes la interpretó Coldplay en 2011 como intro de su tema “Fix You”, con miles de fanáticos enlodados en el festival de Glastonbury cantando al unísono “…and I think to myself… what a wonderful wooooorld“.
De mil bocas… una sola idea. Optimismo puro ante las bellezas que tiene este mundo.
Memorable y reconfortante; entrañable e inolvidable.
Fue la última canción que interpretó en público Eva Cassidy antes de morir de cáncer, así como una de las últimas de Joey Ramone durante la gira que precedió a su partida.
Una de las versiones más recientes la interpretó Coldplay en 2011 como intro de su tema «Fix You», con miles de fanáticos enlodados en el festival de Glastonbury cantando al unísono «…and I think to myself… what a wonderful wooooorld«.
De mil bocas… una sola idea. Optimismo puro ante las bellezas que tiene este mundo.
Memorable y reconfortante; entrañable e inolvidable.
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